domingo, 23 de mayo de 2010

mi eterno tormento

Tú que te escribes con piel suturada
sobre mi cuerpo, tú que has enjambrado
nichos de desolación en el júbilo de mi corazón,
tú que te apagas y enciendes como llama
de cirio en el semblante de la noche.
¡A ti te condeno a ser mi eterno tormento!

Cuando baile el bronce gestado de un
fresco amanecer y el jazmín puro se rocíe
sobre el pomar cubierto en nuevo estío,
tú lloverás como cascada desde las nubes
sobre mis mejillas, sin saber si para mal o
para bien.

Cuando el cielo florezca con el color de la
guinda y el cenit se inflame con un racimo
de estrellas como el sésamo sobre el pan,
tú inundarás como mar bravo sobre el
horizonte de mis ojos, sin saber si con pena
o con felicidad.

Y ahí estarás, siempre eterna y universal.
Con tu sonrisa de centellante amatista, con tus
labios de pétalo rosa, con tu piel de blanca y
tersa nieve, con tus ojos de diamante y roble.
Asediándome de día y de noche, en la soledad
y en la compañía, en el sueño y en la realidad.

Tú que madrugas con la miel del alba en mi
vida, tú que te dibujas en los muros de mi alma
con hojas tiernas de enredadera, tú que guardas
nuestro amor en vainas de ámbar para que
en el tiempo no desaparezca.
¡A ti te condeno a ser mi eterno tormento!

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